sábado, 27 de febrero de 2016

A modo de inspiración (4)


JUSTICIA
No me corresponde juzgar
 
Tu amor sana mi corazón;
tu fuerza me fortalece;
tu bondad me impulsa
hacia un nuevo intento.


 


Gertrud Hirschi, Mudras

 












domingo, 21 de febrero de 2016

Educación y Justicia

Creo yo que muchas veces -muchísimas veces- nos preguntamos por qué el mundo va tan mal y qué podemos hacer para ir solucionándolo. Por supuesto miles de respuestas pueden venir a cada uno de nosotros, otra cosa es dilucidar si son adecuadas y, sobre todo, si son factibles. Pero como nadie nos impide pensar, pues a mí se me ocurren dos puntos muy importantes a la hora de encontrar una explicación y una vía de solución a tanta situación caótica que estamos viviendo. 

No sé en otros lugares, pero al menos en mi país, veo dos aspectos que parecen estar descuidándose, no sé si por pura negligencia o quién sabe si también con una cierta premeditación, pero el caso es que hay dos pilares que podrían ayudar mucho al ser humano y que desgraciadamente parecen estarse descuidando. Estos dos pilares son la educación y la justicia

Cuando hablamos de educación, muchas veces no tenemos muy claro en qué consiste ésta. Por ejemplo, para muchos son las buenas maneras, para otros son la transmisión y asimilación de conocimientos, mientras que para los otros la educación es el desarrollo de la forma de pensar. ¿Y si resulta que la educación fuera un compendio de todas estas formas de entenderla e incluso alguna más? En vez de deshechar la una por la otra, a lo mejor lo más inteligente sería aunarlas y darles un espacio a cada una. 

Las "buenas maneras" son una parte muy importante de la educación. Lo cierto es que cuando actuamos de una manera que normalmente se califica como educada, ya de entrada nos sintonizamos con un pensamiento y una actitud armoniosa y correcta. Las buenas formas -hoy tan denostadas en ciertos círculos- ayudan mucho a mejorar la autoestima y el respeto por los demás. Y yo diría que es básico en el ser humano el respeto tanto hacia uno mismo como hacia los demás así como con el entorno. Si alguien se dirige a una persona con exabruptos y gritos, está claro que no está respetándolo. Claro que existen otra formas más sofisticadas de faltar al respeto ajeno, como pueden ser las sonrisas irónicas, miradas desaprobatorias, etc, etc. Bien, pues esa educación en las buenas maneras parece bastante primordial. Lo cierto es que todos respondemos mejor a quien se dirige a nosotros de manera educada que a quien lo hace de manera burda o grosera. Esas buenas maneras que nos ayudan a respetar y respetarnos deben incluirse en la educación familiar y, por supuesto, en la oficial. La belleza y el respeto ayudan a mejorar tanto las relaciones como el entorno. La belleza y el respeto nos inspiran a realizar mejor las tareas. La belleza y el respeto podemos alcanzarlas precisamente aplicando "buenas maneras".

En cuanto a la transmisión y asimilación de conocimientos, por supuesto que resulta primordial para obtener un grado de educación. Es necesario disponer de conocimientos, pues eso, entre otras cosas, nos identifica como seres humanos un tanto separados del género animal. Si no se nos hubieran transmitido conocimientos ni los hubiéramos asimilado, hoy en día perderíamos mucho tiempo teniendo que inventar nuevamente la rueda o descubriendo la forma de hacer fuego. Los conocimientos son, por tanto, fundamentales en la educación reglada. El problema surge cuando confundimos interpretación de conocimientos con aportación de los mismos. Normalmente los planes de estudio nos dan la realidad que cada forjador de dicho plan quiere entregar más que la realidad misma. Nos dan la interpretación más que la información del asunto sobre el que se trate. Incluso, cada vez parece limitarse más la información y se minimizan unos datos así como se maximizan otros, perdiéndose de vista el empleo objetivo de la educación. Se decide qué asignaturas deben tener preponderancia y se eliminan aquellas que  no cuentan con suficientes valedores; y todo ello redunda en una desiformación tan grande que se convierte en un asunto verdaderamente grave.

Y esto nos lleva al tercer aspecto, el desarrollo del pensamiento. A una persona educada se le presupone un desarrollo en su forma de pensar. No se trata simplemente de asimilar lo que otros dictan sino en saber ajustar y desarrollar incluso nuevas ideas a partir del conocimiento obtenido. Pero para transformar algo (en este caso un conocimiento del tipo que sea) debe de haber sin duda alguna un objeto real sobre el que aplicar tal transformación. Si no se enseñan conceptos, difícil será trabajar con ellos y desarrollar las estructuras mentales propias de cada uno.

Me apena ver como se está empobreciendo la educación para convertirla en propaganda más que en verdadera educación. Y de esto, me temo, muy pocos están libres. Casi diría que son más peligrosos los que aseguran la libertad educativa, pues la práctica muestra que finalmente esa libertad se prostituye y termina conviertiéndose una vez más en mera propaganda. 

Ya sabemos que la educación resulta peligrosa, pero muy necesaria también por enriquecedora. Sin ella, no nos distinguimos como seres supuestamente inteligentes y cedemos el testigo a quienes quieren manipular nuestras mentes.

Otro de los campos importantes de acción para mejorar la sociedad creo que es el constituido por la justicia. Creo honradamente que la justicia como tal es inalcanzable dadas nuestras limitaciones humanas. La justicia implica un conocimiento perfecto de la realidad, de su bondad o maldad, y ¿alguien puede asegurar que posee la verdad? Yo desde luego no. Por tanto, el primer punto del que deberíamos partir es de reconocer nuestros límites y la incapacidad para poder ejercer una justicia plena. Sin embargo, eso no debe de imposibilitar que intentemos alcanzar lo máximo de esa virtud.

Nuestra forma de intentar establecer justicia es a través de las leyes, los jueces, los tribunales; pero entonces,  ¿por qué existen tantos defectos a la hora de aplicar justicia, incluso una vez admitidas las dificultades para hacerlo? Me viene a la cabeza la imagen simbólica de la justicia como una balanza. El problema de la balanza es precisamente saber equilibrarla, y para realizar esa tarea se necesita tanta sabiduría que parece que con nuestros solos esfuerzos no vamos a conseguirlo. Pero quizá pudiéramos ir equilibrándola, si nos pusiéramos a meditar de una manera más responsable sobre la formulación de las leyes

Sí, la formulación de las leyes es básica, pues los jueces, si bien tienen un cierto margen de maniobra, tienen que basarse en la ley que les otorga la capacidad de dirimir en un pleito. Por tanto, si una determinada ley ya de entrada tiene visos de ser poco justa, el juez no va a poder remediarlo por mucho que lo desee. A veces me quedo perpleja, por ejemplo, ante el hecho de que los delitos de sangre prescriban. ¿Cómo puede ser esto? Es verdad que hay que velar por los derechos de los acusados que también los tienen, pero de ahí a pasar por alto delitos tan graves sencillamente por haber transcurrido un tiempo determinado parece algo fuera de toda lógica. Curiosamente, da la impresión de que delitos monetarios deben ser pagados con más tiempo de prisión que los delitos de sangre. ¿Resulta esto inteligible?

Y es que la justicia y la educación se dan la mano, y si una falla, la otra consecuentemente se verá arrastrada en la misma forma. ¿No es hora de que demostremos de verdad que el ser humano es un animal racional frente a la irracionalidad del resto de seres vivos que pululan también por este planeta?


miércoles, 17 de febrero de 2016

A modo de inspiración (3)

Y ya que hemos estado hablando de unicornios en el anterior artículo, vamos a seguir con un mensaje a través de una imágenes que nos los muestran, tanto a ellos como a los "pegasos".




¡¡¡Cree en ti!!!
Mírate a ti mismo lográndolo, y lo conseguirás


 

El mensaje en esta ocasión está extraído de las cartas de Doreen Virtue, Unicornios Mágicos.







viernes, 12 de febrero de 2016

El unicornio

Una vez me ofrecieron una llave y una espada, y me explicaron cuál era el sentido de este ofrecimiento. Con la llave, me dijeron, podría abrir las puertas del conocimiento, y emplearlo para resolver situaciones como, por ejemplo, aquellas que afectan a las relaciones personales. La llave abría los secretos más profundos y así podrían encontrarse soluciones, aunque a veces hubiera de emplearse muchas veces hasta encontrar la puerta adecuada en la que ésta encajase a la perfección. La espada, por su parte, era más rotunda y directa; se supone que podía emplearse cuando las soluciones no fueran posibles y así cortar los lazos que nos atan a situaciones enojosas, e incluso nocivas. Por supuesto, también me advirtieron que para emplearla hacía falta un gran conocimiento. Yo me negué a usarla y optar siempre por la llave, pues al fin y al cabo, quién podía asegurarme que yo tuviera el conocimiento adecuado que me permitiera no sólo juzgar sino sentenciar en algún caso particular!

Siempre he intentado usar el camino de la llave, aunque por mi impulsividad a veces quienes observan mis reacciones piensen que me inclino por el uso de la espada. No! en absoluto; utilizo quizá llaves llenas de herrumbre que hacen difícil su giro y por tanto rechinan, pero son llaves, que no lo dude nadie; que ni yo misma siquiera me atreva a dudarlo nunca.

Es un camino difícil, y a veces incluso exige soportar situaciones que bien pudieran considerarse injustas; pero es el camino que elegí.

A pesar de ser alguien que disfruta con el simbolismo y los posibles signficados de tantos elementos figurativos, nunca he sentido una fuerte atracción por animales fantásticos o mitológicos; vamos, que estos seres se encuentran muy alejados del contenido de mi pensamiento, incluso el imaginado. Por eso me resultó realmente sorprendente cuando, mientras me encontraba meditando, apareció una imagen bien nítida ante mí: se trataba de un hermoso unicornio. No podía entender por qué se hacía presente aquella imagen no buscada por mí. Y como no podía ser de otra manera esperé a obtener una respuesta.


El unicornio había venido a mí precisamente cuando me encontraba inmersa en un problema que, como demasiado frecuentemente me sucede, tenía que ver con relaciones personales, en las que la injusticia hacia mí parecía bastante obvia. Y ante la pregunta de qué hacer, aparecía ese fantástico animal. Estuvo ante mí el tiempo necesario para que pudiera observarlo con detenimiento. Era un hermosísimo ejemplar, como un caballo blanco lleno de belleza, y con una mirada clara y penetrante. Y entonces me di cuenta de cómo me señalaban de forma clara el lugar en el que debía de enfocar mi atención, una zona que empezó a brillar más que el resto del cuerpo del unicornio. ¿Qué brillaba con tanta intensidad? El cuerno afilado que lucía en la frente, en medio de sus dos ojos penetrantes y llenos de bondad, sabiduría e inteligencia. Sí, el cuerno se situaba en aquello que suele denominarse "el tercer ojo", ese lugar que une la intuición con la sabiduría profunda. Y entonces creí empezar a entender.

El unicornio simboliza la inocencia. Ah, pero la inocencia está tan mal interpretada que a veces se confunde con la ingenuidad debida a la falta de práctica, experiencia y conocimiento. Pero no;  la inocencia del unicornio, por el contrario, procede de la sabiduría, una sabiduría que le hace entender que a veces su bondad contemplada por los otros como debilidad le pueden jugar una mala pasada. Y para eso nace en su frente un artefacto que casi podría considerarse una espada. No para usarla, sino para mostrarla y así anunciar al enemigo que el unicornio no es tan frágil como aparenta, sino que sencillamente no desea usar la fuerza aunque cuente con ella.

El recuerdo del unicorno, con su cuerno brillante como aviso, me ayuda a entender que, en ocasiones, es necesario exhibir ese arma defensiva como elemento disuasorio hasta que el río de las experiencias turbulentas vuelvan a su cauce.


domingo, 7 de febrero de 2016

A modo de inspiración (2)

Hoy os ofrezco este texto que procede de Un curso de milagros.




 


Extraído de las tarjetas basadas en Un Curso de Milagros







domingo, 31 de enero de 2016

Jung y Dios

A la hora de citar a Carl Gustav Jung, psiquiatra suizo nacido en 1875 y muerto en 1961, suele acompañarle en la memoria popular la figura de otro eminente médico, neurólogo en este caso, y que ha alcanzado gran fama, Sigmund Freud, nacido en Austria en 1856 y muerto en Londres en 1939. Si bien ambos hombres tienen un reconocido y merecido prestigio, suele presentarse la figura de Jung como un discípulo, un tanto díscolo, de Freud, algo que no es así en absoluto. Como podemos ver por la fecha de sus nacimientos, Jung era casi veinte años más joven que Freud y esa cuestión puede estar en la base del error. No, Jung no era discípulo de Freud, pero sí colaboró con él, lo cual es totalmente distinto. Cada uno tuvo una evolución, y ambos coincidieron en el interés de ciertas temáticas. A Jung le interesó mucho el libro de Freud sobre La interpretación de los sueños, y él mismo buscó informarse y explorar sobre este tema. Ambos psicólogos (pues aunque uno era psiquiatra y el otro neurólogo, lo cierto es que se unían en una visión psicológica del individuo) compartían muchos intereses, así como diferían en determinados aspectos. Se cuenta que tras mantener una correspondencia durante mucho tiempo, por fin se encontraron y que tantas cosas tenían que decirse que su conversación duró ¡trece horas!

La gran separación entre ambos colegas se basó fundamentalmente en la negativa de Freud a admitir que alguien que había compartido sus teorías pudiera disentir de alguna de las mismas como, por ejemplo, y fundamentalmente, aquella en la que basaba sus tratamientos y que postulaba que la energía motivadora de todos nuestros impulsos era la libido o energía sexual. Jung, por el contrario, consideraba que si bien tal energía era muy importante no era la única que estaba en el fondo de todo sino que existía una energía mucho más fuerte, y de ahí la separación de ambos terapeutas. Jung, aún temiendo la reacción de Freud, decidió mantener y publicar sus propios puntos de vista, y eso les llevó a finalizar su relación, constatada por una carta de Freud a Jung, y el consiguiente descalabro emocional por parte de este último ante semejante reacción.

Por tanto, es interesante destacar que todos aprendemos de todos, así como nos enseñamos unos a otros, pero eso no implica que seamos discípulos en vez de colaboradores. Quizá la cuestión está precisamente ahí, que todos somos discípulos y maestros en diferentes momentos, y lo verdaderamente sabio es admitirlo así.

Jung deseaba poder sanar el alma enferma. Pensaba que existia algo más fuerte que el propio alma que obraba por sí mismo, y por tanto a través del conocimiento de uno mismo, así como de la cultura en la que uno está imbuido, podía ayudar a desentrañar ese algo que actúa por sí mismo a través de cada uno. Así lo explica él mismo en sus escritos: "Filemón (alguien a quien veía en sus visiones) y otras figura de la fantasía me llevaron al convencimiento de que existen otras cosas en el alma que no hago yo, sino que ocurren por sí mismas y tienen propia vida".

Jung, para que nos hagamos una idea de su contribución al conocimiento, ofreció el contenido de términos hoy tan integrados en nuestra cultura que a veces se nos pasa desapercibido de dónde provienen. Por ejemplo:

- Extraversión e introversión. Una división encuadrada en los tipos psicológicos que hoy en día resulta muy común pero cuyo origen está en Carl Gustav Jung.

- Asociación de palabras. Un método hoy muy en uso para determinar en profundidad estados psicológicos. Fue un método que él elaboró eligiendo ciertas palabras y ver qué otros vocablos surgían en la mente de quien estaba siendo analizado para poder comprender su psicología y que el mismo paciente pudiera comprenderla y abordarla de manera consciente, pues para Jung era prioritario hacer consciente lo inconsciente para poder sanar y también para desarrollarse más el ser humano contribuyendo a su propia mejora.

- Arquetipos. O lo que es lo mismo, patrones de comportamiento y simbología compartida por la humanidad entera, incluidas zonas del mundo de las que no podemos imaginar ningún tipo de contacto cultural.

- Inconsciente colectivo. De manera similar al punto anterior, Jung habla de un inconsciente colectivo a partir de símbolos que de alguna manera está introducido casi podríamos decir en nuestros genes (¡quizá eso explique por qué nuestros niños nacen casi sabiendo ya de ordenadores sin que nadie se lo haya enseñado!). Para Jung de esos símbolos que surgen de un inconsciente colectivo podríamos extraer un enorme conocimiento si fuéramos capaces de hacerlos conscientes; así sabríamos por qué actuamos de determinadas maneras, y al conocerlo es de suponer que podríamos poner los medios para mejorarnos en vez de caer en la mera inconsciencia.

- Sincronicidad. El estudio del hecho de que sucedan dos acontecimientos de manera simultánea sin que ambos estén vinculados por causa alguna que los explique.

Y así podríamos seguir tratando temas, pero baste con éstos como base para conocer la importante labor de Jung.

Pues bien, sobre este personaje que a mí me parece tan sumamente interesante, existe abundante bibliografía (por supuesto sus propios libros y los muchos que sus ideas han inspirado), así como películas en las que podemos disfrutar de sus disertaciones. Y es en una de estas entrevistas filmadas donde surge el tema de Dios, llegando por fin al asunto que anuncia el título de este artículo. 

En primer lugar, y antes de referirme a las palabras de Jung sobre Dios, habría que decir que su padre era un ministro de una iglesia protestante, pero de quien él pensaba que aunque buscaba el conocimiento en las escrituras y libros teológicos, le parecía que no tenía fe. En cuanto a su madre, y su familia materna,  parecían compartir unas vivencias que hoy en día consideraríamos esotéricas, paranormales o mágicas; experiencias, por ejemplo, que permitían a su madre que una sabiduría interna hablara a través de ella. Algunos califican ese estado de su progenitora como un estado disociativo, pero la cosa parece más compleja pues la voz que hablaba en esos momentos parecía muy coherente y llena de sabiduría. Jung cuenta cómo su madre podía estar hablando normalmente con él, aconsejándole o dando su punto de vista a partir de cómo pensaba una mujer de su geografía y época, y de repente adquirir una personalidad totalmente diferente en la que sintetizaba unas verdades que llegaban de no se sabía dónde.

De Jung a veces se dice que no era religioso, pero creo que esto es nuevamente malinterpretar las cosas, pues para una persona que no es considerada religiosa resulta chocante que escribiera tanto sobre este tema, y dedicara tanto tiempo de su vida a buscar no sólo el conocimiento religioso sino fundamentalmente la experiencia. Probablemente, la equivocación surja de identificar religión única y exclusivamente con el cristianismo, algo que Jung no era, probablemente como rechazo a la idea que su padre le transmitía y que nunca le llevó a una visión positiva del mismo.

Como decía, en una entrevista que hoy en día puede verse a través de YouTube, el periodista le pregunta a Jung si cree en Dios, a lo que él, de manera rotunda la dice: ¡No! Ante esta rotundidad, el entrevistador queda un poco sorprendido, pero entonces Jung aclara algo que más o menos viene a ser así, parafraseándolo pues no tengo ahora las palabras exactas de Jung; pero en esencia esto es lo que dijo: Que no creía en Dios, sencillamente porque sabía que Dios es y por tanto no necesitaba creer. Puede parecer extraño esto que dice Jung, pero si seguimos escuchando su discurso, terminamos por comprenderlo. 

Jung dice que la creencia implica cierta duda. Uno dice que cree, como una forma de decir que piensa, imagina, supone algo. Pero para Jung, no hay duda de la existencia de Dios, pues lo sabe por haber experimentado que Dios existe, y por tanto no hay duda alguna al respecto. Y es que Jung, unió siempre la experiencia al conocimiento, y eso parece que le llevó muy, pero que muy lejos...



* Para la elaboración de este artículo, además de otras fuentes, me gustaría resaltar la importancia de Wikipedia, que me ha ofrecido una información muy amplia además de bien estructurada. Wikipedia se ha convertido en una herrammienta imprescidible para acceder a muchos temas, y por tanto le debo un agradecimiento que aprovecho para dejar aquí su constancia. Además, como seguro sabéis los que la visitáis, de vez en cuando se nos recuerda que, aunque la información ofrecida es gratuita, es necesario y útil que quienes nos beneficiamos de ella aportemos también algún dinero compensatorio. Así que os animo a donar de cuando en cuando para que esta gran obra pueda continuar.