jueves, 15 de junio de 2017

¡Ser yo!

Qué curioso resulta el hecho de que precisamente aquello que debería ser lo más fácil se convierta en lo más difícil: ¡ser uno mismo! Puede que esa sea una de las tareas de la vida, aprender a descubrir y desarrollar quiénes somos realmente.

Cuando era pequeña, en el colegio nos hicieron unos tests que según nos dijeron estaban diseñados para determinar nuestras capacidades lingüísticas y matemáticas. Yo tendría unos diez o doce años, y mi sueño era ser escritora; de hecho, no se me daba nada mal crear y contar historias ya fuera de forma escrita como hablada. En lo que respecta a las matemáticas, la cosa era bastante diferente; asumía que no se me daban bien en absoluto. Por tanto, no me pareció extraño que mis resultados en el test de capacidad matemática para el futuro viniera a certificar lo que yo creía ya saber de antemano; pero para lo que no estaba en absoluto preparada era para que más o menos obtuviera el mismo resultado en el test sobre la capacidad lingüística. ¿Que yo no sabía hacer buen uso del lenguaje? ¡Pero cómo podían decirme eso a mi, lectora y escritora empedernida!

Aquello fue todo un mazazo a mi autoestima. No parecia levantar cabeza. Mis sueños se habían venido abajo de una manera total. Según aquellos tests no tenía ningún futuro ni en las ciencias ni en las letras. Menos mal que una profesora vino en mi ayuda al decir que desgraciadamente los tests partían de un error previo, ya que no se podía medir la capacidad de una persona valorando tan solo los conocimientos sobre un tema. Según ella, el test estaba muy mal enfocado pues medía claramente los conocimientos de la persona adquiridos hasta ese momento, pero no conseguía analizar la capacidad de la persona para desarrollarlos en el futuro.

Sus explicaciones me lavantaron la moral y me hiceron pensar. Realmente más que un test para poder conocer nuestras capacidades y poder seleccionar de alguna manera nuestra tarea futura, lo único que hacían era lo mismo que cualquier examen: valorar los conocimientos del momento; y claro, teniendo en cuenta mi juventud,  no resulta difícil darse cuenta de que esos conocimientos eran por fuerza bastante limitados.

En realidad, muchas veces dejamos que sean los demás a través de herramientas consideradas científicas, a través de observaciones más o menos sesgadas, los que nos digan quiénes somos y para qué valemos, pero ¿y cada uno de nosotros? ¿Es que no sabemos quiénes somos ni estamos dispuestos a descubrirlo mirándonos de forma objetiva y subjetiva? ¿Preferimos dejar que esta tarea la realicen los demás? 

Es cierto que otros pueden ver y descubrir en nosotros algo para lo que estamos ciegos; pero si bien esa ayuda nos puede venir extraordinariamente bien, parece claro que uno mismo no debe dejarse encasillar por interpretaciones erróneas sobre nuestras capacidades. Me viene a la  memoria la historia de un jugador de baloncesto, el pivot más bajito de la historia, que se empeñó contra viento y marea en serlo a pesar de todas las indicaciones en su contra... ¡y lo consiguió!

Verdaderamente creo que son muchos los medios para conocernos, y entre esos medios están personas perspicaces que observan en nosotros características que ni siquiera habíamos tenido en cuenta; esas personas constituyen una grandísima ayuda. Sin embargo, también debemos considerar que los demás no tienen nuestro mapa mental y que somos cada uno de nosotros quien debe de estar dispuesto a emprender el trabajo de conocerse y estar dispuesto a desarrollarse. Probablemente, éste sea un trabajo que dura toda la vida porque siempre habrá algo que se nos escape de nosotros mismos, pero como siempre digo la tarea bien merece la pena.