Sobre Jesús se ha escrito y se ha discutido muchísimo a lo
largo de los siglos. Incluso se ha pretendido que tal figura ni
siquiera existió y que se trata tan sólo de una leyenda; aunque los historiadores más prestigiosos -como puede ser Antonio Piñero, quien a sí mismo se declara no creyente y agnóstico- coinciden en admitir como más fiable su existencia que su inexistencia.
Aunque no soy ni historiadora ni teóloga, me voy a permitir reseñar aquello que yo pienso de la figura de Jesús; o por lo menos, algo de lo que yo pienso y siento sobre ella.
Aunque no soy ni historiadora ni teóloga, me voy a permitir reseñar aquello que yo pienso de la figura de Jesús; o por lo menos, algo de lo que yo pienso y siento sobre ella.
En primer, lugar para mí Jesús ha sido un
referente al que he acudido en múltiples ocasiones. Francamente, es
alguien que siento muy cercano; con el que puedo dialogar sin miedo,
con quien he aprendido el don de la sinceridad porque sé que siempre
se muestra comprensivo. A veces lo percibo como amigo, otras como
hermano y otras, incluso, como padre, y siempre como maestro. Sé, porque ése ha sido su
mensaje, que el Padre es el Hacedor de todos, pero a Él también me
dirijo desde la disposición de hija.
¿Cuál ha sido el mensaje de Jesús? Sin duda el
del Amor. El amor conduce a la compasión, y también a la
clarificación aunque duela, pero no al castigo. Jesús no calló sus
ideas aunque en determinados momentos resultaran duras; pero estoy absolutamente convencida de que siempre amó. Que
recriminara a muchos, no quiere decir, en absoluto, que no los amara.
No puedo percibir nunca ira en los ojos de Jesús, sino una enorme e
infinita dosis de amor y, por tanto, de comprensión.
¿Para qué vino Jesús a la Tierra? Yo creo que
para muchas cosas, pero todas con un mismo fundamento: el Amor. En
los Evangelios parece claro que Jesús vino a revelar la existencia
real del Padre Creador, y a hacernos comprender Su amor y la relación
que siempre podemos entablar con Él. Y ese mensaje es la Buena
Nueva; no una de castigos sino de crecimiento, de toma de conciencia
para la mejora, de confianza plena en el Padre y en el poder del
Amor. Pero, claro, algo tan sencillo para la mente humana nos cuesta inmensamente admitirla como verdad indiscutible y es
entonces cuando nos buscamos múltiples excusas para no aceptar
ese amor, porque una de las luchas del ser humano a lo largo de la
historia ha sido precisamente ésa, la incapacidad de admitir que
somos Amor. ¿Llegará pronto el día en que consigamos admitirlo? ¡Así sea!