Me parece algo curioso y a la vez triste, esa extraña idea que parece prevalecer en el ser humano, incluso dentro de los diferentes caminos religiosos, y que considera el mundo material como un mal en sí mismo, o incluso como un error del Hacedor, teniéndolo como algo imperfecto o incluso pecaminoso.
¿Por qué ese empeño tan grande por menospreciar el mundo en el que vivimos? Si uno cree en un Dios Creador, no parece lógico pensar que su creación sea mala en sí misma; y si no se cree en Él, tampoco encuentro razones para aborrecer la existencia, pues lo que suele aborrecerse es lo que la impide.
Pienso que uno de los primeros pasos a dar sería el valorar el mundo en el que vivimos con su realidad material; valorarlo y agradecerlo, así como disfrutarlo, en vez de emplear nuestra imaginación en variedades diversas de sacrificios que terminan por dañarnos tanto física como mentalmente. Y ese disfrutarlo implica cuidarlo, no sencillamente abusar de él sin medida, sino teniendo en cuenta todas las implicaciones y relaciones que pueden mejorar o entorpecer dicho disfrute.
Y partiendo de esa valía real que le otorgamos a lo concreto y material, entonces también podemos valorar, agradecer y vivir esa otra realidad más sutil pero igualmente presente como es la realidad espiritual.
Estaría bien que dejáramos de luchar contra el mundo en el que se nos alojó, y empezar a considerarlo como un valiosísimo regalo que está a nuestra disposición para ir descubriéndolo día a día.
A lo mejor estas palabras nos podrían hacer entender un poquito mejor la situación tan contradictoria que solemos alimentar. Aquí quedan para nuestra reflexión:
"El problema surge de que creéis que existe el BIEN y el MAL. Pero lo cierto es que sólo existe el BIEN.
Lo que llamáis MAL no es más que BIEN en EVOLUCIÓN. Una vez transformado por la vía de la evolución y el aprendizaje, se convertirá en SUMO BIEN.
No hay dos principios. No hay dualidad. Hay un ÚNICO PRINCIPIO EN DESARROLLO Y TRANSFORMACIÓN."