No recuerdo exactamente la historia ni de donde procede, pero algo me dice que lo leí en algún libro de Anthony de Mello. El fondo, que es lo que importa, es más o menos, el siguiente. Se le pregunta a un monje cómo era para él la vida antes y después de alcanzar la iluminación. El monje responde que antes de ser iluminado, veía un pájaro y escuchaba su canto. ¿Y después de alcanzar el estado iluminado? Entonces, decía, vió un pájaro y escuchó su canto. Parece una historia extraña, ¿verdad?, pero si nos adentramos en ella, comprenderemos que alberga un enorme significado. Voy a contar esta historia de evolución espiritual de otra manera; y en esta nueva forma emplearé las imágenes de una baraja de cartas de Doreen Virtue y Brian Weiss, titulada Vidas Pasadas.
En un primer momento, antes de racionalizar o de sentirnos separados y distintos de nuestro entorno, vivimos y experimentamos la vida tal y como es, sin límites.
Mira la imagen; en ella se nos muestra el ambiente sencillo de una granja. Sí ya sé que un granjero que se ponga a valorar todo el esfuerzo que le cuesta sacar adelante su granja puede que no la vea tal y como yo la describo, sencilla y natural, sino llena de trabajo; pero es que quien habita en la granja que muestra esta imagen es alguien que se siente y se sabe de manera primigenia parte del mundo en el que está, y que por tanto se dedica a vivir la vida sin complicaciones y sin sentir las diferencias que existen entre cada elemento de la granja, ya hablemos de caballos, gallinas, pasto, cielo o tierra. Quienes viven en esta granja más que pensar se experimentan en común.
Pero el ser humano sigue un camino extraño y complicado en su evolución. Un camino que, partiendo de lo sencillo, transita por lo complicado para volver a la sencillez. Más o menos realizamos aquello que expresaba Picasso en su pintura, quien de niño pintaba como niño para más tarde ir aprendiendo todas las complejidades academicistas del arte de la pintura y volver finalmente a la sencillez lúcida de un niño.
Mira la imagen; en ella se nos muestra el ambiente sencillo de una granja. Sí ya sé que un granjero que se ponga a valorar todo el esfuerzo que le cuesta sacar adelante su granja puede que no la vea tal y como yo la describo, sencilla y natural, sino llena de trabajo; pero es que quien habita en la granja que muestra esta imagen es alguien que se siente y se sabe de manera primigenia parte del mundo en el que está, y que por tanto se dedica a vivir la vida sin complicaciones y sin sentir las diferencias que existen entre cada elemento de la granja, ya hablemos de caballos, gallinas, pasto, cielo o tierra. Quienes viven en esta granja más que pensar se experimentan en común.
Pero el ser humano sigue un camino extraño y complicado en su evolución. Un camino que, partiendo de lo sencillo, transita por lo complicado para volver a la sencillez. Más o menos realizamos aquello que expresaba Picasso en su pintura, quien de niño pintaba como niño para más tarde ir aprendiendo todas las complejidades academicistas del arte de la pintura y volver finalmente a la sencillez lúcida de un niño.
Y en ese extraño y complicado camino, el ser humano necesita "diseccionar" su entorno, para tomar conciencia de sí mismo y de todo lo que le rodea; para hacerse preguntas sobre su origen y cómo conectar con él; para saber cómo relacionarse con el responsable de su existencia y del de todo lo demás, para relacionarse con su Creador.
Entramos así en el mundo de la cultura, representada aquí por la carta que nos transporta al mundo grecorromano, el mundo que establece la diferencia entre lo sagrado y lo profano; el mundo lleno de rituales enfocados a que cada uno reconozca y se conforme con el lugar que le ha sido adscrito; un mundo lleno de una gran profusión de terminología y ritual para tratar de explicar y relacionarse con lo inexplicable.
Tras todo este viaje, llegamos a esta carta que nos muestra un arbol. ¿Qué nos podría sugerir esta imagen al relacionarla con la evolución espiritual? Pues a ello vamos ahora mismo.
Un árbol está muy bien enraizado en la tierra pero sus ramas aspiran al cielo. ¿Lo entiendes? ¡Seguro que sí! El árbol representa la unión de la tierra y el cielo, de lo profano y lo sagrado, de la materia y el espíritu, la criatura y su Hacedor. ¿Cúal es la diferencia con la imagen de la granja? En aquella veíamos la representación de la experiencia de la Vida; el árbol añade algo más pues experimenta y une a través de la búsqueda que le ha llevado a conocer. El árbol nos sugiere que a partir de una aparente diferenciación (cielo y tierra) comprende la unión representada con la bella imagen de sus raíces, su tronco y sus ramas. Los árboles por tanto representan esa unión trascendental. En sus ramas anidan pájaros de enorme diversidad; gracias a su altura se alcanza una visión llena de perspectiva. El árbol además sugiere permanencia, estabilidad, fortaleza. El árbol, en fin, aporta un gran conocimiento y vivencia de la profunda filosofía que desde la pregunta de quienes somos, de dónde venimos y adónde vamos nos lleva no sólo al conocimiento de estas respuestas sino fundamentalmente a la vivencia de las mismas pero ya de una forma lúcida.
Las imágenes de este artículo proceden de las cartas
Vidas Pasadas, de Doreen Virtue y Brian Weiss
Vidas Pasadas, de Doreen Virtue y Brian Weiss