Desde hace ya varios años, parece haberse puesto muy de moda un libro chino conocido en nuestro mundo occidental como I Ching. Como sucede con frecuencia, uno comienza por conocer la idea resumida de cualquier libro y luego, si resulta de su interés, surge el deseo de profundizar en él. Ese deseo en mí se inició hace tiempo, pues el I Ching se ha convertido en un libro de gran profundidad filosófica al que me gusta recurrir y valorar su orientación.
Antes de seguir adelante diré que existen en la acutualidad muchísimas adaptaciones abreviadas del I Ching, y consiguientemente, podemos caer en una simplificación excesiva que, además de resultar equívoca, nos aleja del verdero conocimiento que tal libro puede ofrecer. Normalmente se utiliza como un instrumento oracular que nos aclare el futuro próximo, pero a mí me gustaría llamar la atención de quienes leen este blog en la filosofía que reúne dicho libro.
El I Ching, tanto como libro sapiencial o bien como instrumento oracular pretende ofrecer una orientación sobre los movimientos a seguir ante determinadas situaciones antes de que se desarrollen en una forma que ya impidan cualquier posibilidad de transformación por nuestra parte. Por tanto, lo que pretende es buscar soluciones antes que vaticinios fatalistas.
Richard Wilhelm |
En el I Ching, y desde nuestro conocimiento actual, podemos vislumbrar dos fuentes bien conocidas por los amigos del orientalismo en nuestro mundo occidental. Por una parte encontraríamos similitudes con el Taoísmo, por tanto con ideas de Lao Tsé, en cuanto al ritmo y sentido del Tao; y por otra hallaremos mucho de Confucio y su escuela ética aplicada a la sociedad y a la vida política, poniendo un acento muy especial en la honestidad y en la sacralidad de la vida.
Wilhelm nos habla de cuatro posibles autores, atendiendo al origen y posterior desarrollo del I Ching. En un primer momento apunta su origen a una figura mítica llamada Fu Hi, que unido a desarrollos posteriores daría origen a los ocho trigramas básico del I Ching:
El Cielo - Lo Creativo
La Tierra - Lo Receptivo
El Trueno - Lo Suscitativo
El Agua - Lo Abismal
La Montaña - El Aquietamiento
El Viento - Lo Suave
El Fuego - Lo Adherente
El Lago - Lo Sereno
Luego aparece el duque de Cho, hijo del rey Wen, considerado artífice de la asignación de significados concretos a las seis líneas de los 64 hexagramas sistematizados por su padre.
Y por último Confucio y la escuela confucionista, con sus profundas explicaciones de cada uno de los apartados anteriores.
Me ha parecido interesante matizar estos posibles orígenes, aunque probablemente el libro tenga la aportación de muchos otros sabios de los que no nos ha quedado constancia excepto la obra final que es la que realmente nos interesa.
La filosofía del I Ching se basa fundamentalmente en el orden y la armonía. Seguir el orden del Tao, como sugiere Lao Tsé; seguir las costumbres sagradas del mundo como indica Confucio. Todo en la vida se ajusta a un orden y un equilibrio que debemos mantener; cuando el orden se interrumpe, surge el caos y por tanto los problemas. El I Ching pretende dilucidar si en el momento en el que se consulta se ha roto el orden o por el contrario la situación se ajusta a lo que debe de ser. En el caso de que ese orden se haya roto, el I Ching propone medidas de acuerdo a que el momento sea propicio o no para llevarlas a cabo.
Podríamos considerar ese orden basándonos en una cierta jerarquía en tres niveles. El primer nivel alude al cuerpo humano, y así en las explicaciones de los hexagramas suele hablarse de los pies, los muslos, las orejas, la cabeza, etc. Cuando el problema aparece a nivel de los pies no suele ser tan peligroso ni problemático como cuando aparece al nivel de las orejas o la cabeza en donde la solución resulta ya más difícil de encontrar.
En otro nivel jerárquico se habla de la familia, con ocho miembros (los ocho trigramas mencionados al principio): el padre, la madre, el hijo mayor, el hijo mediano, el hijo pequeño, la hija mayor, la hija mediana y la hija pequeña. Cuando cada miembro de la familia ocupa su lugar sin pretender usurpar el de otro, las cosas marchan bien, pero cuando surge el desorden aparecen los problemas que deben de solucionarse procurando alcanzar ese orden perdido.
Por último, podríamos considerar el orden político social, y así se nos habla del rey, el ministro, el pueblo, el príncipe, el gran hombre, etc.
Sí, la cultura del I Ching nos habla de una cosmogonía frente al caos, y por eso intenta ajustar los pasos de la vida a ese orden que ayuda a resolver los posibles problemas acaecidos por un no querer ajustarse a las leyes del universo. Visto así, a mí me parece un libro que aporta una gran sabiduría, a la manera de las memorias del emperador Marco Aurelio con sus consejos una vez enfrentado a los problemas de su día a día.
Lo dicho, a mi modo de ver, resulta un libro altamente instructivo.