en las tristes horas quietas
de la tarde durmiente.
La tinta, paso a paso se desangra
bajo los impulsos lentos de mi mano.
Suavemente, la sangre se desliza
sobre el blanco papel de los secretos.
Ni siquiera sabré yo su futuro:
si será rasgado el frágil lienzo,
arrastrado a la muerte sin dar frutos;
si será olvidado en el silencio
vacío y tumefacto del mundo;
si será entregado con el tiempo
a unos inmensos oídos profundos.
Sí, ya sé que es un torpe poema juvenil, en el que se me resistieron algunas palabras puestas con gran trabajo y poca rima, pero de su contenido sigue persistiendo ese desconocimiento sobre dónde llegará lo escrito. El papel se ha modificado y se ha convertido en una pantalla de ordenador; y la pluma se ha transformado en un teclado que facilita tanto la lectura como la escritura, pero... el misterio de las palabras y el lugar que puedan alcanzar sigue inmutable.
* La imagen pertenece a un bellísimo cuadro de Henriette Browne, pseudónimo de Sophie de Bouteiller.