Me gustaría compartir hoy una vez más un relato que escribí hace tiempo y que ya publiqué en algún que otro blog. Espero que os guste y os dé algo en lo que pensar, una de las funciones que a mi juicio tienen los cuentos.
La noche había sido muy dura. El viento se había desatado y parecía querer llevarse todo lo que encontrara a su paso. Su fortaleza
arrolladora pudo con la de un árbol de los muchos que había en el
parque. El árbol intentó resistirse, pero, cuando llegó la mañana, comprobó los efectos del viento; su cuerpo había quedado inclinado, ya no era el erguido árbol de días anteriores; ahora, parte de sus ramas casi rozaban el suelo, mientras que las demás quedaban en lo alto.
Para
el árbol, la comprobación de su nuevo estado le supuso una gran
tristeza. Ya nadie se resguardaría del sol bajo sus ramas. ¿Quién iba a
ser tan loco como para sentarse bajo un árbol tan poco apetecible?
Todos
sus compañeros lo compadecían. A todos ellos les hubiera gustado
ofrecerle algún tipo de consuelo, pero no encontraban las palabras
adecuadas; lo mejor era dejar pasar el tiempo y que el árbol herido se
fuera acostumbrando a su nuevo aspecto.
Cuando llegaron al
parque los visitantes más madrugadores y comprobaron por sí mismos los
efectos del viento, hubo muy diversas reacciones. Algunos se llenaron de
miedo pensando en el peligro que suponía un árbol caído, pero esta
actitud era bastante irracional, pues lo ocurrido ya había pasado y no
valía la pena crear accidentes imaginarios. De todas formas, no estaban
satisfechos, pues aquel árbol que había quedado torcido podía constituir
un peligro para los niños, ¿y si terminaba por doblarse completamente?
Los
más optimistas veían un espectáculo curioso; comprobaron el estado del
árbol y vieron que sus raíces estaban bien sujetas al suelo por lo que
consideraron injustificados los recelos de aquellos otros alarmistas.
Para
los niños, la nueva situación fue causa de una gran alegría. Aquél se
había convertido en un árbol más accesible que los demás, por lo que lo
integraron inmediatamente a sus juegos. Esto nunca había sucedido antes.
Es verdad que muchos pequeñines posaban sus manitas en el tronco de los
altos árboles, pero cuando intentaban alcanzar alguna rama, aun las más
bajas, resbalaban sin conseguir su meta. Ahora todo había cambiado, y
el árbol experimentó un gozo intenso al poder compartir la alegría de
los niños.
Pasaron los días, y el árbol cada vez se
acostumbraba más y más a su nuevo aspecto. Un día, un muchacho se sentó
justo enfrente de él, sacó un cuaderno bastante grande, unos
carboncillos, y comenzó a jugar con ellos encima del papel, mientras
que, de cuando en cuando, echaba una ojeada al árbol torcido. Éste se
preguntaba qué podría estar haciendo aquel joven. Pronto
obtuvo la respuesta. Los árboles que estaban situados a la espalda del
nuevo personaje, contemplaron lo que hacía, y es que a cada mirada
lanzada por el muchacho, un nuevo árbol torcido iba formándose en el
papel. Para el árbol, aquello constituía toda una novedad; ¡alguien
estaba haciéndole un retrato!
Pronto ya no sólo había un
muchacho frente a él, sino todo un conjunto de ellos. Todos pertenecían a
un colegio cercano al parque, y lo que intentaban era reproducir en sus
cuadernos la imagen del árbol, cosa que conseguían con una mejor o peor
fortuna.
Con el tiempo, se fue convirtiendo en algo habitual referirse al árbol. Cuando dos amigos quedaban para
verse a una determinada hora, se hacía muy fácil localizar un lugar de
reunión.
- “Bien, entonces quedamos esta tarde a las seis; ¿te parece?”
- “De acuerdo, pero ¿dónde? El parque es muy grande.”
- “Podemos encontrarnos junto al árbol torcido.” Y con esas palabras, el encuentro se facilitaba.
Desde el día
del vendaval, muchas cosas habían cambiado; el árbol había dejado de
ser alguien anónimo, ahora tenía un nombre que lo diferenciaba. Si en un
principio tanto él como sus compañeros pensaron que todo había
terminado para el pobre arbolito, pronto pudieron comprobar su tremendo
error, y durante muchos, muchos años, el árbol torcido fue referencia
obligada para todos los visitantes del parque.