Existe una idea muy difundida en psicología que viene a decirnos que cuando algo nos disgusta del otro es porque en el fondo nosotros compartimos con él esa misma característica. Es decir, si alguien nos resulta un soberbio es porque nosotros también lo somos; si alguien nos disgusta por su envidia, es, de acuerdo a esta idea, porque nosotros también somos envidiosos. Sin embargo, yo no acabo de estar de acuerdo con este pretendido axioma, así que vamos a ir por partes para dar mi punto de vista.
Sí creo que a veces eso sucede, y que si nos detenemos a observarnos, y decidimos que el otro de alguna manera está actuando como un espejo que se me envía para mi propio autoconocimiento, entonces, si realmente lo interpretamos así, podemos decidir aprender la lección y ponernos manos a la obra para mejorarnos y no seguir compartiendo con esa persona que tanto nos disgusta su misma característica negativa. Digamos que si realmente tenemos una capacidad y una decisión para la autoobservación, encontrarnos de frente con características desagradables de las que nosotros no éramos ni medianamente conscientes puede ser una gran ventaja para aprender y por tanto mejorar. Pero claro, para eso se necesita una gran apertura de mente, y una fuerte dosis de humildad que no siempre aparece en primera línea de las muchas virtudes que podamos tener.
Pero francamente creo que esto no es así siempre. Y por tanto, cuando a mí me disgusta algo de alguien no siempre tiene que ser porque en el fondo de mí tengo esa misma característica desagradable, sino porque sencillamente es una característica desagradable de por sí, la tenga yo o no. Así por ejemplo, a uno le pueden disgustar sobremanera las técnicas de manipulación empleadas por alguien, sin que por ello nosotros seamos manipuladores. Y es entonces cuando resulta mucho más fácil ponernos a mejorar el mundo decidiendo no caer en esas conductas negativas, sabiendo percibirlas, y decidiendo ponerles freno. ¡Y eso sí que mejora!
En realidad, supongo yo que lo que realmente nos mejora es la decisión de querer autoevaluarnos y poner los medios para mejorarnos. Y este descubrimiento o autodescubrimiento de las características negativas puede en cualquier caso ayudarnos a confrontar la realidad y ponernos en situación de mejorarla.
No niego que darnos cuenta de que compartimos con otro rasgos que nos parecen deleznables sea una fuente de ayuda si se sabe admitirlo; lo que niego es que siempre que nos parezca criticable algo del otro es porque uno mismo alberga esa actitud en su interior. Para mí eso casi nos equipararía con cualquier delicuente sencillamente porque nos parece muy horrible su forma de delinquir.
Así que lo importante es aprender del entorno y de nosotros mismos; cuestionarnos, estudiarnos, observarnos a nosotros y a los demás, y actuar de una manera lo más noble posible en lugar de detenernos en la mera crítica o en la aceptación pasiva del defecto que uno tenga. Pues como digo en el título de este artículo, "si no te gusta... ¿por qué no lo mejoras?"