Creo yo que muchas veces -muchísimas veces- nos preguntamos por qué el mundo va tan mal y qué podemos hacer para ir solucionándolo. Por supuesto miles de respuestas pueden venir a cada uno de nosotros, otra cosa es dilucidar si son adecuadas y, sobre todo, si son factibles. Pero como nadie nos impide pensar, pues a mí se me ocurren dos puntos muy importantes a la hora de encontrar una explicación y una vía de solución a tanta situación caótica que estamos viviendo.
No sé en otros lugares, pero al menos en mi país, veo dos aspectos que parecen estar descuidándose, no sé si por pura negligencia o quién sabe si también con una cierta premeditación, pero el caso es que hay dos pilares que podrían ayudar mucho al ser humano y que desgraciadamente parecen estarse descuidando. Estos dos pilares son la educación y la justicia.
Cuando hablamos de educación, muchas veces no tenemos muy claro en qué consiste ésta. Por ejemplo, para muchos son las buenas maneras, para otros son la transmisión y asimilación de conocimientos, mientras que para los otros la educación es el desarrollo de la forma de pensar. ¿Y si resulta que la educación fuera un compendio de todas estas formas de entenderla e incluso alguna más? En vez de deshechar la una por la otra, a lo mejor lo más inteligente sería aunarlas y darles un espacio a cada una.
Las "buenas maneras" son una parte muy importante de la educación. Lo cierto es que cuando actuamos de una manera que normalmente se califica como educada, ya de entrada nos sintonizamos con un pensamiento y una actitud armoniosa y correcta. Las buenas formas -hoy tan denostadas en ciertos círculos- ayudan mucho a mejorar la autoestima y el respeto por los demás. Y yo diría que es básico en el ser humano el respeto tanto hacia uno mismo como hacia los demás así como con el entorno. Si alguien se dirige a una persona con exabruptos y gritos, está claro que no está respetándolo. Claro que existen otra formas más sofisticadas de faltar al respeto ajeno, como pueden ser las sonrisas irónicas, miradas desaprobatorias, etc, etc. Bien, pues esa educación en las buenas maneras parece bastante primordial. Lo cierto es que todos respondemos mejor a quien se dirige a nosotros de manera educada que a quien lo hace de manera burda o grosera. Esas buenas maneras que nos ayudan a respetar y respetarnos deben incluirse en la educación familiar y, por supuesto, en la oficial. La belleza y el respeto ayudan a mejorar tanto las relaciones como el entorno. La belleza y el respeto nos inspiran a realizar mejor las tareas. La belleza y el respeto podemos alcanzarlas precisamente aplicando "buenas maneras".
En cuanto a la transmisión y asimilación de conocimientos, por supuesto que resulta primordial para obtener un grado de educación. Es necesario disponer de conocimientos, pues eso, entre otras cosas, nos identifica como seres humanos un tanto separados del género animal. Si no se nos hubieran transmitido conocimientos ni los hubiéramos asimilado, hoy en día perderíamos mucho tiempo teniendo que inventar nuevamente la rueda o descubriendo la forma de hacer fuego. Los conocimientos son, por tanto, fundamentales en la educación reglada. El problema surge cuando confundimos interpretación de conocimientos con aportación de los mismos. Normalmente los planes de estudio nos dan la realidad que cada forjador de dicho plan quiere entregar más que la realidad misma. Nos dan la interpretación más que la información del asunto sobre el que se trate. Incluso, cada vez parece limitarse más la información y se minimizan unos datos así como se maximizan otros, perdiéndose de vista el empleo objetivo de la educación. Se decide qué asignaturas deben tener preponderancia y se eliminan aquellas que no cuentan con suficientes valedores; y todo ello redunda en una desiformación tan grande que se convierte en un asunto verdaderamente grave.
Y esto nos lleva al tercer aspecto, el desarrollo del pensamiento. A una persona educada se le presupone un desarrollo en su forma de pensar. No se trata simplemente de asimilar lo que otros dictan sino en saber ajustar y desarrollar incluso nuevas ideas a partir del conocimiento obtenido. Pero para transformar algo (en este caso un conocimiento del tipo que sea) debe de haber sin duda alguna un objeto real sobre el que aplicar tal transformación. Si no se enseñan conceptos, difícil será trabajar con ellos y desarrollar las estructuras mentales propias de cada uno.
Me apena ver como se está empobreciendo la educación para convertirla en propaganda más que en verdadera educación. Y de esto, me temo, muy pocos están libres. Casi diría que son más peligrosos los que aseguran la libertad educativa, pues la práctica muestra que finalmente esa libertad se prostituye y termina conviertiéndose una vez más en mera propaganda.
Ya sabemos que la educación resulta peligrosa, pero muy necesaria también por enriquecedora. Sin ella, no nos distinguimos como seres supuestamente inteligentes y cedemos el testigo a quienes quieren manipular nuestras mentes.
Otro de los campos importantes de acción para mejorar la sociedad creo que es el constituido por la justicia. Creo honradamente que la justicia como tal es inalcanzable dadas nuestras limitaciones humanas. La justicia implica un conocimiento perfecto de la realidad, de su bondad o maldad, y ¿alguien puede asegurar que posee la verdad? Yo desde luego no. Por tanto, el primer punto del que deberíamos partir es de reconocer nuestros límites y la incapacidad para poder ejercer una justicia plena. Sin embargo, eso no debe de imposibilitar que intentemos alcanzar lo máximo de esa virtud.
Nuestra forma de intentar establecer justicia es a través de las leyes, los jueces, los tribunales; pero entonces, ¿por qué existen tantos defectos a la hora de aplicar justicia, incluso una vez admitidas las dificultades para hacerlo? Me viene a la cabeza la imagen simbólica de la justicia como una balanza. El problema de la balanza es precisamente saber equilibrarla, y para realizar esa tarea se necesita tanta sabiduría que parece que con nuestros solos esfuerzos no vamos a conseguirlo. Pero quizá pudiéramos ir equilibrándola, si nos pusiéramos a meditar de una manera más responsable sobre la formulación de las leyes.
Sí, la formulación de las leyes es básica, pues los jueces, si bien tienen un cierto margen de maniobra, tienen que basarse en la ley que les otorga la capacidad de dirimir en un pleito. Por tanto, si una determinada ley ya de entrada tiene visos de ser poco justa, el juez no va a poder remediarlo por mucho que lo desee. A veces me quedo perpleja, por ejemplo, ante el hecho de que los delitos de sangre prescriban. ¿Cómo puede ser esto? Es verdad que hay que velar por los derechos de los acusados que también los tienen, pero de ahí a pasar por alto delitos tan graves sencillamente por haber transcurrido un tiempo determinado parece algo fuera de toda lógica. Curiosamente, da la impresión de que delitos monetarios deben ser pagados con más tiempo de prisión que los delitos de sangre. ¿Resulta esto inteligible?
Y es que la justicia y la educación se dan la mano, y si una falla, la otra consecuentemente se verá arrastrada en la misma forma. ¿No es hora de que demostremos de verdad que el ser humano es un animal racional frente a la irracionalidad del resto de seres vivos que pululan también por este planeta?