domingo, 31 de enero de 2016

Jung y Dios

A la hora de citar a Carl Gustav Jung, psiquiatra suizo nacido en 1875 y muerto en 1961, suele acompañarle en la memoria popular la figura de otro eminente médico, neurólogo en este caso, y que ha alcanzado gran fama, Sigmund Freud, nacido en Austria en 1856 y muerto en Londres en 1939. Si bien ambos hombres tienen un reconocido y merecido prestigio, suele presentarse la figura de Jung como un discípulo, un tanto díscolo, de Freud, algo que no es así en absoluto. Como podemos ver por la fecha de sus nacimientos, Jung era casi veinte años más joven que Freud y esa cuestión puede estar en la base del error. No, Jung no era discípulo de Freud, pero sí colaboró con él, lo cual es totalmente distinto. Cada uno tuvo una evolución, y ambos coincidieron en el interés de ciertas temáticas. A Jung le interesó mucho el libro de Freud sobre La interpretación de los sueños, y él mismo buscó informarse y explorar sobre este tema. Ambos psicólogos (pues aunque uno era psiquiatra y el otro neurólogo, lo cierto es que se unían en una visión psicológica del individuo) compartían muchos intereses, así como diferían en determinados aspectos. Se cuenta que tras mantener una correspondencia durante mucho tiempo, por fin se encontraron y que tantas cosas tenían que decirse que su conversación duró ¡trece horas!

La gran separación entre ambos colegas se basó fundamentalmente en la negativa de Freud a admitir que alguien que había compartido sus teorías pudiera disentir de alguna de las mismas como, por ejemplo, y fundamentalmente, aquella en la que basaba sus tratamientos y que postulaba que la energía motivadora de todos nuestros impulsos era la libido o energía sexual. Jung, por el contrario, consideraba que si bien tal energía era muy importante no era la única que estaba en el fondo de todo sino que existía una energía mucho más fuerte, y de ahí la separación de ambos terapeutas. Jung, aún temiendo la reacción de Freud, decidió mantener y publicar sus propios puntos de vista, y eso les llevó a finalizar su relación, constatada por una carta de Freud a Jung, y el consiguiente descalabro emocional por parte de este último ante semejante reacción.

Por tanto, es interesante destacar que todos aprendemos de todos, así como nos enseñamos unos a otros, pero eso no implica que seamos discípulos en vez de colaboradores. Quizá la cuestión está precisamente ahí, que todos somos discípulos y maestros en diferentes momentos, y lo verdaderamente sabio es admitirlo así.

Jung deseaba poder sanar el alma enferma. Pensaba que existia algo más fuerte que el propio alma que obraba por sí mismo, y por tanto a través del conocimiento de uno mismo, así como de la cultura en la que uno está imbuido, podía ayudar a desentrañar ese algo que actúa por sí mismo a través de cada uno. Así lo explica él mismo en sus escritos: "Filemón (alguien a quien veía en sus visiones) y otras figura de la fantasía me llevaron al convencimiento de que existen otras cosas en el alma que no hago yo, sino que ocurren por sí mismas y tienen propia vida".

Jung, para que nos hagamos una idea de su contribución al conocimiento, ofreció el contenido de términos hoy tan integrados en nuestra cultura que a veces se nos pasa desapercibido de dónde provienen. Por ejemplo:

- Extraversión e introversión. Una división encuadrada en los tipos psicológicos que hoy en día resulta muy común pero cuyo origen está en Carl Gustav Jung.

- Asociación de palabras. Un método hoy muy en uso para determinar en profundidad estados psicológicos. Fue un método que él elaboró eligiendo ciertas palabras y ver qué otros vocablos surgían en la mente de quien estaba siendo analizado para poder comprender su psicología y que el mismo paciente pudiera comprenderla y abordarla de manera consciente, pues para Jung era prioritario hacer consciente lo inconsciente para poder sanar y también para desarrollarse más el ser humano contribuyendo a su propia mejora.

- Arquetipos. O lo que es lo mismo, patrones de comportamiento y simbología compartida por la humanidad entera, incluidas zonas del mundo de las que no podemos imaginar ningún tipo de contacto cultural.

- Inconsciente colectivo. De manera similar al punto anterior, Jung habla de un inconsciente colectivo a partir de símbolos que de alguna manera está introducido casi podríamos decir en nuestros genes (¡quizá eso explique por qué nuestros niños nacen casi sabiendo ya de ordenadores sin que nadie se lo haya enseñado!). Para Jung de esos símbolos que surgen de un inconsciente colectivo podríamos extraer un enorme conocimiento si fuéramos capaces de hacerlos conscientes; así sabríamos por qué actuamos de determinadas maneras, y al conocerlo es de suponer que podríamos poner los medios para mejorarnos en vez de caer en la mera inconsciencia.

- Sincronicidad. El estudio del hecho de que sucedan dos acontecimientos de manera simultánea sin que ambos estén vinculados por causa alguna que los explique.

Y así podríamos seguir tratando temas, pero baste con éstos como base para conocer la importante labor de Jung.

Pues bien, sobre este personaje que a mí me parece tan sumamente interesante, existe abundante bibliografía (por supuesto sus propios libros y los muchos que sus ideas han inspirado), así como películas en las que podemos disfrutar de sus disertaciones. Y es en una de estas entrevistas filmadas donde surge el tema de Dios, llegando por fin al asunto que anuncia el título de este artículo. 

En primer lugar, y antes de referirme a las palabras de Jung sobre Dios, habría que decir que su padre era un ministro de una iglesia protestante, pero de quien él pensaba que aunque buscaba el conocimiento en las escrituras y libros teológicos, le parecía que no tenía fe. En cuanto a su madre, y su familia materna,  parecían compartir unas vivencias que hoy en día consideraríamos esotéricas, paranormales o mágicas; experiencias, por ejemplo, que permitían a su madre que una sabiduría interna hablara a través de ella. Algunos califican ese estado de su progenitora como un estado disociativo, pero la cosa parece más compleja pues la voz que hablaba en esos momentos parecía muy coherente y llena de sabiduría. Jung cuenta cómo su madre podía estar hablando normalmente con él, aconsejándole o dando su punto de vista a partir de cómo pensaba una mujer de su geografía y época, y de repente adquirir una personalidad totalmente diferente en la que sintetizaba unas verdades que llegaban de no se sabía dónde.

De Jung a veces se dice que no era religioso, pero creo que esto es nuevamente malinterpretar las cosas, pues para una persona que no es considerada religiosa resulta chocante que escribiera tanto sobre este tema, y dedicara tanto tiempo de su vida a buscar no sólo el conocimiento religioso sino fundamentalmente la experiencia. Probablemente, la equivocación surja de identificar religión única y exclusivamente con el cristianismo, algo que Jung no era, probablemente como rechazo a la idea que su padre le transmitía y que nunca le llevó a una visión positiva del mismo.

Como decía, en una entrevista que hoy en día puede verse a través de YouTube, el periodista le pregunta a Jung si cree en Dios, a lo que él, de manera rotunda la dice: ¡No! Ante esta rotundidad, el entrevistador queda un poco sorprendido, pero entonces Jung aclara algo que más o menos viene a ser así, parafraseándolo pues no tengo ahora las palabras exactas de Jung; pero en esencia esto es lo que dijo: Que no creía en Dios, sencillamente porque sabía que Dios es y por tanto no necesitaba creer. Puede parecer extraño esto que dice Jung, pero si seguimos escuchando su discurso, terminamos por comprenderlo. 

Jung dice que la creencia implica cierta duda. Uno dice que cree, como una forma de decir que piensa, imagina, supone algo. Pero para Jung, no hay duda de la existencia de Dios, pues lo sabe por haber experimentado que Dios existe, y por tanto no hay duda alguna al respecto. Y es que Jung, unió siempre la experiencia al conocimiento, y eso parece que le llevó muy, pero que muy lejos...



* Para la elaboración de este artículo, además de otras fuentes, me gustaría resaltar la importancia de Wikipedia, que me ha ofrecido una información muy amplia además de bien estructurada. Wikipedia se ha convertido en una herrammienta imprescidible para acceder a muchos temas, y por tanto le debo un agradecimiento que aprovecho para dejar aquí su constancia. Además, como seguro sabéis los que la visitáis, de vez en cuando se nos recuerda que, aunque la información ofrecida es gratuita, es necesario y útil que quienes nos beneficiamos de ella aportemos también algún dinero compensatorio. Así que os animo a donar de cuando en cuando para que esta gran obra pueda continuar.


miércoles, 27 de enero de 2016

A modo de inspiración (1)


En muchas ocasiones, escuchar determinadas frases puede iluminarnos el día. En un libro, en un estuche con cartas, en una revista... existen multitud de pensamientos vertidos por unos y por otros que pueden ser un faro inspirador en nuestras vidas. Se me ha ocurrido, por tanto, que entre la publicación de un artículo y el siguiente, podría venir bien colocar una muestra de esos pensamientos positivos que pueden servirnos de inspiración. Y vamos a empezar con el Amor.







 

Estas imágenes, que decoran este pensamiento tan hermoso, forman parte del compendio de cartas sobre texto de Don Miguel Ruíz, La Maestría del Amor. Sin pincháis aquí podéis encontrar información sobre las mismas.





jueves, 21 de enero de 2016

Sabiduría y voluntad

A veces uno se detiene a pensar, a soñar, a orar, a meditar... Cada uno escoge una forma de razonar aspectos de la vida sobre los que le cuesta encontrar una solución adecuada, y emplea todos estos métodos o alguno de ellos. Pero uno puede razonar en primera persona o buscar un interlocutor que nos ayude a que nuestras preguntas estén adecuadamente enfocadas, y obtener una respuesta claramente percibida en vez de mezclada con la confusión de nuestros propios pensamientos, y es así como se establece una conversación con preguntas y respuestas que parten de nuestra mente y de nuestro corazón y llegan de algún lugar de la conciencia y del Amor. Vamos a desarrollar ahora una de estas "entrevistas" encaminadas a la clarificación.

Pregunta: ¡Duele tanto el error, la equivocación, la obcecación! Pero, ¿qué hacer con ello cuando no se encuentra ninguna manera de hacer salir de ese estado no sólo a uno mismo sino a quienes comparten con nosotros la naturaleza humana?

Respuesta: Es verdad que en muchas ocasiones se yerra, incluso de manera reincidente, y es lógico preguntarse qué se puede hacer. Y el caso es que muchas veces ya lo haces; explicas tu punto de vista, buscas información de otras fuentes, pero sin embargo no consigues que tu valoración sea considerada, y entonces te ves impotente y clamas al cielo por ayuda; y cuando ves a la persona que continúa con aquella conducta o punto de vista que tú consideras errónea, te desesperas y piensas que  ni el cielo ni nadie está dispuesto a ayudar en esta tarea. Pero no es así; lo que ocurre es que la forma ayudar es distinta a la que tú consideras. ¿Vamos por partes?

El primer punto a tratar es la ignorancia. Sí, hay muchas cosas que se desconocen y provocan ignorancia. Para salir de ese estado hacen falta dos factores al menos. Uno es darse cuenta de la propia ignorancia. Y esto, no nos engañemos, es algo difícil, pero no imposible. Cuando uno se percata de su ignorancia, empieza a buscar información para salir de ella; y la busca no sólo a través de los libros, sino a través de la Vida misma, de las experiencias, de los encuentros, de las sensaciones que llegan... La Vida, no lo olvides, es un libro abierto; lo único necesario es querer leer dicho Libro.

El otro punto a tratar es la voluntad. Hace falta, una vez reconocida la ignorancia, tener voluntad de cambio. Y eso a veces es incluso más difícil que reconocer la  propia ignorancia. Y en la voluntad, nadie manda; ni siquiera el cielo ha decidido hacerlo. 


Pregunta: Pero entonces no hay esperanza de cambio cuando uno sencillamente no quiere cambiar.


Respuesta: ¿Por qué te muestras tan negativa? Por la ignorancia, seguro que sí. ¡Claro que hay esperanza de cambio! ¡Para qué crees si no, que está el recorrido amplio de la Vida! ¡Para qué crees que están las diversas vivencias y vidas! ¡Los tiempos entre vidas! Todo cuenta. A veces, dentro de la propia experiencia de vida es difícil aceptar la ignorancia y la capacidad de ejercer una voluntad de cambio, pero fuera de esa experiencia, sobrevendrá un conocimiento mayor y por tanto se va ajustando la capacidad de desarrollar una mejor y más firme voluntad. Esto puede llevar veinte años o un millón de los mismos. Da igual. Siempre, siempre, termina por suceder. ¿O es que has dejado de creer?