jueves, 18 de mayo de 2017

El cambio

Como ya dijo alguien, el cambio es lo único que no cambia. Y es así, el cambio nos acompaña de continuo. La naturaleza es cambiante, las estaciones van acompañando ese cambio en el paisaje; nuestros cuerpos cambian según la edad que vamos teniendo.... No hay nada que no cambie.... ¿O sí?

En realidad el cambio siempre opera querámoslo o no, pero existe un tipo de cambio que exige un esfuerzo de nuestra voluntad. ¿A qué cambio me refiero? A aquél que afecta a nuestra -podríamos llamarlo- psicología. ¡Cuántas actitudes que parecen no estar dispuestas a ser modificadas! ¡Cuántas conductas repetitivas e hirientes que se mantienen por tozuded o falta de sabiduría! Y es que esas "cuestiones internas" que tanto nos afectan dependen en grado muy alto de la voluntad.

Sin voluntad de cambio, no parece haber manera de modificar tendencias. Y es que las personas no cambiamos si no deseamos hacerlo. Entonces, ¿no hay esperanza para lograr el cambio? ¿Se hace imposible la tarea de cambiar a alguien o cambiarnos a nosotros mismos?

No, en absoluto. El cambio puede conseguirse, pero teniendo siempre presente que sin la propia voluntad  poco va a poder hacerse.

Tenemos a nuestra disposición un don precioso, pero a la vez un don que exige una responsabilidad enorme para ejercerlo. Se trata de la libertad. La libertad es un don que nos dio Dios, que dependiendo de las circunstancias, a veces uno hasta pudiera considerarlo más como una condena que como un regalo. Y es que sí, la libertad supone muchas cosas: esfuerzo, voluntad, sabiduría, responsabilidad. 

A veces pienso que nuestro Creador decidió otorgarnos esa libertad para que fuéramos descubriendo por nosotros mismos el valor de la vida, el valor de nuestras acciones, de nuestros deseos, de nuestros sueños. Y siguiendo este razonamiento, se me antoja que en principio Dios ha decidido no intervenir en la voluntad de cada uno. Suena raro, ¿verdad? No es que yo crea que Él no tiene el poder de controlar nuestra voluntad, sino que sencillamente no desea hacerlo. ¡Un gran acto de confianza hacia nosotros!

Claro, esto que a primera vista nos puede parecer algo maravilloso; cuando surgen los problemas, cuando nos enfrentamos a personas que no hacen nada por cambiar con independencia del sufrimiento que ellas viven y a la vez generan en otros, la cosa puede verse de una manera menos positiva. Sin embargo, aunque momentáneamente duela, es bueno que sea así.

¿Por qué? Pues porque todos estamos destinados al crecimiento para alcanzar la mejor versión de uno mismo. Y yo creo que eso, más tarde o más temprano todos lo conseguiremos. Hay un largo camino para lograrlo; si no es en este plano, pues será en otro... ¡pero será!

Por tanto, no parece lógico que unas criaturas como nosotros nos empeñemos en influir de manera directa en la voluntad de otros sin dejarles la libertad de escoger el camino que desean. Pero atención, he dicho "influir directamente"; es decir, obligar al otro a que acepte nuestros razonamientos.  Sin embargo, por supuesto que podemos "influir indirectamente" a través de consejos o de enseñanzas. Eso sí, al ejercer esa influencia indirecta tenemos que estar muy preparados para que ésta sea rechazada.  Y es que "cada uno sólo puede lograr aquello que está dispuesto a encontrar."

 



La imagen petenece a la colección de cartas
 Mudras de Gertrud Hirschi