jueves, 7 de julio de 2016

Paz

La palabra paz la empleamos mucho a modo de fuerte deseo y esperanza. No hay más que recordar la famosa respuesta de las aspirantes en concursos de belleza ante la pregunta de qué desean: "¡La paz mundial!" 

Sin duda esa ansiada paz parece un hermoso deseo, pero quizá el problema estriba en que solemos adjudicársela al otro o a las circunstancias que nos rodean; es decir, solemos olvidar que nosotros también debemos favorecer esa paz, o incluso más, implantarla en nuestro fuero interno.

Sí, porque la paz más que un objeto tangible es una cualidad del ser. ¿Te has cuestionado si "tienes paz" o si "eres paz"? Porque puede que ahí esté la clave.

¿Cómo podríamos definir y vivir entonces la paz? Quizá como una ausencia de conflicto; o al menos de conflicto beligerante en lugar de conflicto desafiante y estimulante. ¿Cómo podríamos entonces ver la paz bajo la propia perspectiva de uno mismo? Puede que una bonita forma fuera darnos cuenta de que uno de los requisitos para que la paz exista es que cada uno de nosotros haga lo máximo por no sembrar el conflicto. Sólo con eso ya habríamos avanzado bastante en su consecución. 

¿Quiere esto decir que debemos aceptar todo incluso la injusticia o la equivocación ajena? No, nada de eso, pero la respuesta tiene que proceder de un estado que no aumente el conflicto sino que sirva para atenuarlo.

Y es que, como decía antes, solemos pensar que es el otro el que debe de darnos paz, pero si cada uno de nosotros nos interesáramos en no sembrar conflicto, entonces es cuando no sólo conseguiríamos paz, es que sencillamente seríamos paz.