martes, 17 de mayo de 2016

Dolor de cabeza emocional

Claro que el dolor de cabeza puede estar generado por muchas causas, entre otras, las físicas. Por ejemplo, ahí tenemos el dolor de cabeza producido a causa de los problemas visuales. Sí, cuando uno ve mal, se ve obligado a realizar unos esfuerzos musculares de los que puede no estar percatándose, pero que pasado un tiempo, más que probablemente le pasarán factura al infatigable lector.

La vista no es el único problema físico que puede ser la causa de un dolor de cabeza, pero aquí no vamos a tratar de esas causa físicas sino de las emocionales, y concretamente, tan sólo vamos a ver una, y sólo una causa emocional.

¿Alguna vez has jugado a la pelota con alguien? Seguro que como mínimo en tu niñez lo has hecho, ¿verdad? No, no estoy hablando de la práctica del fútbol, sino de lanzarse una pelota unos a otros, bien en un círculo, bien a una persona que tenemos enfrente. Centrémonos en este caso: dos personas lanzándose la pelota con los brazos. ¿Qué sucede entonces? Con suerte, si tienen puntería, uno lanza la pelota, el otro la recoge y la vuelve a lanzar al primero generándose una corriente de energía que libera la alegría del juego. Cuando no hay tanta puntería, la pelota puede caer al suelo o bien salir dirigida en una dirección totalmente equivocada que no llega al otro jugador. También puede suceder que sea justo ese otro jugador quien no sepa recoger la pelota; pues ya sabemos que las habilidades hay que entrenarlas y eso sólo se consigue con la práctica. Pero sea como sea, la energía del juego continúa mientras nos tiramos la pelota uno al otro.

Imagínate ahora que el escenario ha cambiado, y tú no te has dado cuenta. Estás convencido de que frente a ti es otro jugador dispuesto a recibir y volver a lanzarte la pelota; pero la cosa no va a ser así, pues ese jugador, por una extraña transformación, parece haberse evaporado y en su lugar ha aparecido una pared lisa y dura. Tú, no lo sabes, no te has fijado en el cambio operado; ¿qué ocurre entonces? Lanzas la pelota aplicando una fuerza conveniente para que el otro jugador pueda beneficiarse de ella y continuar el juego; pero el otro jugador, como ya hemos dicho, ha desaparecido, y quien recibe tu fuerza es una pared lo suficientemente dura para que, sin hacer nada, sencillamente recibiendo tu energía, te la devuelva duplicada ya que dicha pared no ha absorvido ninguna parte de tu fuerza como haría un jugador colaborador. ¿Qué sucede entonces? Sí;  la pelota te golpea. Te golpea por dos razones: una, porque no estabas preparado para esta situación que te ha pillado totalmente de sorpresa; y segundo, porque se ha duplicado esa energía no recibida y por tanto no "desgastada" por decirlo de alguna manera. La pelota no ha sido devuelta voluntariamente sino que ha rebotado con fuerza, y por tanto, ha terminado por hacerte daño.


Pues una cosa así es lo que sucede con el dolor emocional que se sitúa en la cabeza. Alguien ha querido comunicar un sentimiento para que éste sea compartido, pero, desgraciadamente, el interlocutor no sólo no ha recibido el mensaje, sino que además no desea hacerlo y endurece su postura, con lo cual la emoción del primero vuelve al lugar de origen sin haber logrado su cometido y haber dulcificado sus aristas, sino que por el contrario la emoción viene endurecida por un frío helador.

¡Ése es el dolor de cabeza emocional! Una respuesta física a una imposibilidad de compartir una emoción.