martes, 15 de marzo de 2016

Información y Comunicación

Cuando estudiaba Teoría de la Información me explicaron con claridad los elementos básicos para poder hacer pública una información. Eran los siguientes.

 Un emisor que lanza un mensaje a un receptor

Simplificando, podemos decir que en este artículo yo sería la emisora, el mensaje sería el artículo en sí, y el receptor aquel que lo lea.

Por supuesto estos tres elementos necesitan además un código que tanto emisor como receptor comprendan; esto sería fundamentalmente un lenguaje conocido por ambas partes. 

Además, si queremos ampliar, para enviar un mensaje también es necesario un canal que nos permita dicho envío y recepción. Este canal puede ser el aire, un ordenador, un teléfono, un papel, etc., etc.

Hasta ahí todo parece fácil de entender y de practicar. Pero ¿qué ocurre cuando además de lanzar una información deseamos establecer una comunicación?

Si en el esquema básico anterior colocamos una flecha que va del emisor al mensaje y del mensaje al receptor, tenemos una información unidireccional. Pero ¿qué sucede cuando el receptor a su vez decide contestar con un mensaje al emisor primario? Está claro que el receptor pasa a ser emisor, y el emisor se convierte en receptor. Y es ahí cuando se establece la verdadera comunicación.


Ese constante flujo de información de un lado al otro, con el consiguiente cambio de papeles entre emisor y receptor recibe el nombre de feedback, o lo que es lo mismo retroalimentación. ¿Qué significa esto? Pues básicamente que una información recibida, compartida y respondida añade una riqueza porque nos alimenta a todos, aumentando así el conocimiento. 

Cada vez observo con más estupor que, aunque vivimos en la época de la comunicación, parece más bien emplearse la básica y pobre información. Mensajes recibidos vía móvil, especialmente, suelen no ser contestados; correos electrónicos corren la misma suerte. Diríase que los emisores sólo quieren escucharse a sí mismos pero no establecer comunicación, y eso a mí personalmente me apena. ¿Es que nadie está dispuesto a abrir los oídos a lo que el otro quiere decir, y luego utilizar la palabra para contestar? ¡Pues parece que no!

Es una gran paradoja que cuantos más medios tenemos para establecer comunicación, los empobrezcamos llevando a cabo una mera información, sin que nos importe nada si el mensaje llega o no al destinatario, y mucho menos, si éste tiene algo que decir por su parte. ¿Tendrá esto algo que ver con la falta de un valor cada vez más escaso como es el interés por los demás y el consiguiente respeto?