jueves, 21 de enero de 2016

Sabiduría y voluntad

A veces uno se detiene a pensar, a soñar, a orar, a meditar... Cada uno escoge una forma de razonar aspectos de la vida sobre los que le cuesta encontrar una solución adecuada, y emplea todos estos métodos o alguno de ellos. Pero uno puede razonar en primera persona o buscar un interlocutor que nos ayude a que nuestras preguntas estén adecuadamente enfocadas, y obtener una respuesta claramente percibida en vez de mezclada con la confusión de nuestros propios pensamientos, y es así como se establece una conversación con preguntas y respuestas que parten de nuestra mente y de nuestro corazón y llegan de algún lugar de la conciencia y del Amor. Vamos a desarrollar ahora una de estas "entrevistas" encaminadas a la clarificación.

Pregunta: ¡Duele tanto el error, la equivocación, la obcecación! Pero, ¿qué hacer con ello cuando no se encuentra ninguna manera de hacer salir de ese estado no sólo a uno mismo sino a quienes comparten con nosotros la naturaleza humana?

Respuesta: Es verdad que en muchas ocasiones se yerra, incluso de manera reincidente, y es lógico preguntarse qué se puede hacer. Y el caso es que muchas veces ya lo haces; explicas tu punto de vista, buscas información de otras fuentes, pero sin embargo no consigues que tu valoración sea considerada, y entonces te ves impotente y clamas al cielo por ayuda; y cuando ves a la persona que continúa con aquella conducta o punto de vista que tú consideras errónea, te desesperas y piensas que  ni el cielo ni nadie está dispuesto a ayudar en esta tarea. Pero no es así; lo que ocurre es que la forma ayudar es distinta a la que tú consideras. ¿Vamos por partes?

El primer punto a tratar es la ignorancia. Sí, hay muchas cosas que se desconocen y provocan ignorancia. Para salir de ese estado hacen falta dos factores al menos. Uno es darse cuenta de la propia ignorancia. Y esto, no nos engañemos, es algo difícil, pero no imposible. Cuando uno se percata de su ignorancia, empieza a buscar información para salir de ella; y la busca no sólo a través de los libros, sino a través de la Vida misma, de las experiencias, de los encuentros, de las sensaciones que llegan... La Vida, no lo olvides, es un libro abierto; lo único necesario es querer leer dicho Libro.

El otro punto a tratar es la voluntad. Hace falta, una vez reconocida la ignorancia, tener voluntad de cambio. Y eso a veces es incluso más difícil que reconocer la  propia ignorancia. Y en la voluntad, nadie manda; ni siquiera el cielo ha decidido hacerlo. 


Pregunta: Pero entonces no hay esperanza de cambio cuando uno sencillamente no quiere cambiar.


Respuesta: ¿Por qué te muestras tan negativa? Por la ignorancia, seguro que sí. ¡Claro que hay esperanza de cambio! ¡Para qué crees si no, que está el recorrido amplio de la Vida! ¡Para qué crees que están las diversas vivencias y vidas! ¡Los tiempos entre vidas! Todo cuenta. A veces, dentro de la propia experiencia de vida es difícil aceptar la ignorancia y la capacidad de ejercer una voluntad de cambio, pero fuera de esa experiencia, sobrevendrá un conocimiento mayor y por tanto se va ajustando la capacidad de desarrollar una mejor y más firme voluntad. Esto puede llevar veinte años o un millón de los mismos. Da igual. Siempre, siempre, termina por suceder. ¿O es que has dejado de creer?